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Es uno de los mensajes más famosos de los últimos años. Con Bárcenas acorralado por la corrupción, el entonces presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, escribió al tesorero del Partido Popular ese famoso «Luis. Lo entiendo. Sé fuerte. Mañana te llamaré. Un abrazo». Aquello, sin saberlo, fue el principio del fin del Gobierno del PP, también de Rajoy y, por supuesto, de Bárcenas, que paga sus penas en la cárcel.

A los aficionados al baloncesto les ocupa estos días otro Luis, limpio de toda duda, pero al que también conviene mandarle un mensaje de apoyo. Se enfrenta Casimiro a un desafío mayúsculo en el Unicaja, que con él pretende abrir una nueva, la de la normalidad. Huye el club de Los Guindos con la elección del manchego del perfil totalitario que ha presidido la gestión del equipo en la etapa de Joan Plaza. Es el 'tipo normal' que se buscaba desde el primer momento. Sin embargo, debe tener claro el extécnico del Gran Canaria que llega a un club muy particular en lo que a la gestión y al funcionamiento se refiere, acostumbrado a que el entrenador sea la cabeza visible de los proyectos, pero también el escudo para las críticas, a la vez que portavoz, psicólogo o niñero, según se mire. Lo es todo. No es una cuestión que parezca asustar a un hombre con más de 600 partidos en la Liga Endesa y que, pese a su imagen de buen tipo, tiene carácter para agarrar a un jugador de más de dos metros por el brazo y pegarle cuatro voces si hace falta. Lo hizo durante su primera etapa en Málaga, y también ahora en el Gran Canaria, al que ha llevado a la Euroliga. El arrojo de Casimiro también habrá que medirlo en la gestión de los tiempos y la normalización de las relaciones, pues nunca ha entrenado a un equipo con la atención que recibe el Unicaja, al que desde hoy se le exigirá regresar a la Euroliga. Por eso, sé fuerte, Luis.

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