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MARTÍN URBANO
Lunes, 4 de marzo 2019, 00:03
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El Unicaja, camino de Berlín, hizo parada en Vitoria para jugar un partido en el que tenía poco que perder, pero con la obligación ineludible de encontrarse a sí mismo y hacer olvidar la decepcionante imagen ofrecida en la Copa. Era la vuelta a la competición, tras diecisiete días de pausa, y el arranque de la etapa decisiva para definir los logros de la temporada y el futuro inmediato del club.
La ausencia de Jaime Fernández y la respuesta negativa del equipo tras la última pausa de la competición eran las grandes dudas en el Unicaja. El Baskonia, con muchas bajas también, llegaba a la cita de ayer con muchas interrogantes e inmerso en cierta crisis. Para tanta desconfianza no hay mejor antídoto que un buen comienzo de partido y el Unicaja lo encontró gracias a un gran acierto general en el tiro exterior y en especial a la buena puntería de Kyle Wiltjer. Con el paso de los minutos, el aumento de la intensidad de la defensa de perímetro en el bando local frenó la anotación malagueña y en el ecuador del segundo cuarto, la gran ventaja del Unicaja se había evaporado. Como su defensa era lamentable y la respuesta que le exigía el Baskonia en el juego interior aún peor, el cuadro vitoriano se fue al descanso con ocho puntos de ventaja, tras anotar treinta y cinco en el segundo cuarto.
Tras la pausa, el equipo de Perasovic seguía imponiendo su ritmo y el Unicaja se lo facilitaba con pérdidas continuas. Como la defensa malagueña era de verbena, daba igual lo que hiciera en ataque, porque los locales llegaban solos hasta debajo del aro y en cinco minutos ya había anotado veinte puntos. En medio de la debacle, Luis Casimiro situó a sus hombres en zona que, visto lo visto, parecía la única manera de minimizar un ridículo tan inoportuno como insoportable. El Unicaja tuvo que desmontar la zona y a falta de más de seis minutos, su rival ya superaba la centena de puntos. No es necesario decir que a dos días de lo de Berlín, el Unicaja ni se encontró a sí mismo ni mejoró su imagen.
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